|
El castillo de Kezmarok pertenece al tipo de castillos llamados urbanos, que están ubicados dentro de una población. La referencia más antigua de su existencia es de 1463. En la misma ubicación estuvo situada la iglesia y convento de Santa Isabel, de mediados del siglo XIII, cuya base se puede observar aún en el patio del castillo. Dicha iglesia, del estilo románico tardío, pertenecía al poblado de los colonizadores de Sajonia.
El castillo gótico lo administraban capitanes en nombre del rey.
Gracias al castillo, la ciudad se convirtió en fortaleza real. El castillo cambió varias veces de dueño y cada uno de ellos influyó notablemente en su evolución histórica y estructural. Así, poco a poco, la antigua fortaleza se fue convirtiendo en una suntuosa residencia nobiliaria.
En la antigua Hungría Alta (la actual Eslovaquia), el castillo era considerado una de las obras más hermosas del arte renacentista. Los cronistas describen su belleza con mucho aprecio. Según estas descripciones el castillo tenía un foso, un muro perimétrico doble y cinco bastiones. En medio del patio había una fuente.
Los edificios estaban unidos mediante una galería de arcadas. Las salas de bóveda estaban adornadas con estucos y pinturas murales que representaban escenas de la historia de Hungría y de la Antigüedad. Aunque el castillo tenía que proteger la ciudad ante el enemigo, los señoríos castrenses lucharon contra la ciudad de Kezmarok durante 250 años en la que, probablemente, fue la guerra más larga en la historia de Europa.
Los conflictos cesaron en 1702, cuando los ciudadanos de Kezmarok le compraron el castillo al rey Leopoldo. Desde entonces el castillo ha sido propiedad privada de la ciudad, que lo utilizó para diversos usos: como granero, manufactura, taller y almacén. A lo largo de su historia, el castillo fue dañado por varios incendios. En 1962 empezó su reparación general, que terminó en 1985. En mayo de 1931 el museo fue abierto al público.
